Ich

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Halloween Town, Spain
No soy tan loca como imaginan ni tan cuerda como quisieran. Soy un sueño destilado, una esencia enfrascada en cristal, el viento que abanican tus pestañas... yo soy... nada.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Cartel a Ningún Lugar

Víctor sabía que la profesora de Geografia le iba a preguntar a él, lo sabía. Ya les había advertido que cuando no sabían la lección les salía una especie de cartel luminoso en la frente que lo anunciaba en plan motel de carretera. Qué condenada la tía... Con el que le iba a poner ya llevaba tres negativos, o sea, se jugaba casi un punto en el examen… y con suerte llegaría como máximo al cinco… No era ninguna lumbrera, que digamos, así que estaba sentenciado. Tenía que habérsela pirado, ¡si sabía que todos los lunes preguntaba, maldita sea! Pero allí estaba mientras ella pasaba lista, y no tenía escapatoria. Cuando mencionara a la última persona, diría aquello de: "Cerramos libros", y comenzaría la función. Si pudiera desaparecer…si tan solo existiera esa posibilidad…, se dijo apretando fuertemente los ojos. 
Cuando los abrió ya no estaba en el instituto. Ni siquiera estaba en ningún lugar. Todo era brillante y estaba solo. Quién sabe cuánto tiempo estuvo caminando sin rumbo, cegado por la blancura de aquella extraña ubicación. Hasta quiso volver a clase, pasadas unas semanas. ¡Él, que pasaba por completo de estudiar! Pero por más que cerraba los ojos y lo deseaba, no reaparecía en el aula… 

A veces oía ecos de sus compañeros. La de Geografía les pedía que señalaran México o Bélgica en el mapa. Gritaba todo lo que podía pidiendo ayuda, aunque nadie lo oía nunca.  Tiempo después empezó a escuchar a la profesora pasar lista y ponerle falta un día tras otro. Pero eso solo fue al principio. Este curso en la lista ni siquiera hay ningún Víctor.

martes, 6 de noviembre de 2018

MICTLÁN

      Sabía que me habían enterrado según el rito mexicano por el sudario que me cubría y por la estatua doliente que me velaba afuera del ataúd, donde también había un retrato mío. De él salí arañando la tierra con mis pobres manos, manos que habían escarbado terruños otras veces, pero con fines arqueológicos, no de supervivencia. Los jirones del vestido de novia me ataban al suelo como sedosas cuerdas del inframundo, y tuve que rasgarlos a la fuerza para liberarme de aquella prisión. Luego arrastré mis huesos por el suelo, escupiendo lo que en un primer momento creí barro, pero luego se reveló como líquido de embalsamar y gusanos deshechos. ¿Cuánto tiempo llevaba muerta? No conseguía recordar nada. El cementerio estaba lleno de cirios y de un notable olor a incienso y copal. Me deslicé unos cuantos metros por el terreno, incapaz de mover las piernas, hacia la luz. También había flores y cestos con fruta, tortillas, y aguardiente con ajenjo. Era sin duda la noche del Día de Muertos, y si estaba en lo cierto, por las velas encendidas, debían de ser las dos de la mañana, hora de regreso de las ánimas a Mictlán, la región de los difuntos, donde no existen puertas ni ventanas. ¿Iba a tener tiempo de pedir ayuda? ¿Por qué no había podido salir antes de aquel maldito féretro? 

Y entonces lo vi. Saliendo ya por la cancela. Mi prometido, ¡allá iba! Traté de gritar, pero mi garganta cadavérica no produjo sonido alguno. Se detuvo un momento antes de cerrar la puerta. ¿Me habría visto? Alcé los brazos como pude. ¡Sí, venía hacia mí! ¡Oh, Dios, gracias! ¡Querido mío, sácame de aquí! Llegó corriendo a mi lado, mientras yo hacía toda clase de esfuerzos por hablar, y miró alrededor, seguramente sin poder creer lo que veían sus ojos. Luego salió de mi campo de visión y regresó con una pala en la mano que rápidamente me estampó en el cráneo. Noté cómo mis vértebras se partían, dejando mi cuello en un ángulo que no me permitía ver qué hacía, pero sin duda me estaba arrastrando por los pies. Clavé mis dedos en la tierra, casi sin fuerza. No pude impedir que me echara de nuevo en el hoyo del que había salido y lo tapara otra vez.

          Cuando desperté, aterrorizada, estaba en la habitación de hotel donde había pasado mi luna de miel, en México, como siempre había querido, y el vestido de novia seguía colgado donde lo había dejado la noche anterior. Los nervios por el matrimonio y las fechas en que nos encontrábamos me habían jugado una mala pasada. Suspiré aliviada. Mi recién estrenado esposo no estaba en la cama para poder calmar el desasosiego que tal pesadilla me había causado, así que me levanté para darme un baño que desprendiera de mi carne la piel de aquel horrible sueño. Algo cayó al suelo. Era el colgante mixteco de oro y jade que había extraído de aquella excavación cerca de Xayacatlán de Bravo, mi algo viejo, mi algo prestado y mi algo azul. Estaba particularmente orgullosa de haberlo conservado para mí. Costaba una auténtica fortuna, pues había sido fabricado unos setecientos años antes de Cristo. El valor que yo le daba, enamorada como estaba de los yacimientos prehispánicos, era incalculable, y haberlo hallado justo antes de la pedida de mano de mi actual marido era sin duda una señal de que debía poseerlo. Lo había mantenido en una caja fuerte hasta el día de la boda. Y era el momento de seguir luciéndolo con orgullo. Volví a ponérmelo y abrí el grifo del agua caliente para llenar la bañera.


Él también debía de valorarlo mucho, está claro, porque mientras yo me desnudaba para entrar en el agua jabonosa, entró con sigilo y me golpeó fuertemente el cráneo con algún objeto metálico. Noté cómo mis vértebras se partían, dejando mi cuello en un ángulo que no me permitía ver qué hacía, pero sin duda me había quitado el colgante, y me estaba arrastrando por los pies. Esperaba que me enterrase según el rito mexicano para poder regresar, de nuevo, el próximo Día de Muertos.

Love is a gun


Estaba tratando de sacarle letra a una melodía que lleva semanas en mi cabeza y en mi guitarra, y de repente me he dado cuenta de que con palabras no suena tan bien... Me he atascado, y he dejado a Penumbra (mi electro-acústica) sobre la cama. Igual es que lo que quiero decir no cabe en una canción...


A mi alrededor Unas veces te toca sujetar la empuñadura, y otras hay un cañón apuntando a tu cabeza. ¿Quién dispara primero? No sé de qué maquiavélica forma se decide, pero siempre hay alguien que acaba mal parado...


Feel it turning your heart into stone,

feel it piercing your corageous soul.

You're beyond redemption

And no one's gonna catch you when you fall...
"La lengua en la oreja es también el beso que más convence a quien se muestra reacio a ser besado, a veces no son los ojos ni los dedos ni los labios los que vencen la resistencia, sino solo la lengua que indaga y desarma, la que susurra y besa, la que casi obliga. Escuchar es lo mas peligroso, es saber, es estar enterado y estar al tanto, los oídos carecen de párpados que puedan cerrarse instintivamente a lo pronunciado, no pueden guardarse de lo que se presiente que va a escucharse, siempre es demasiado tarde."



Javier Marías, Corazón tan blanco

Love´s the funeral of hearts...