Ich

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Halloween Town, Spain
No soy tan loca como imaginan ni tan cuerda como quisieran. Soy un sueño destilado, una esencia enfrascada en cristal, el viento que abanican tus pestañas... yo soy... nada.

domingo, 22 de febrero de 2009


Es un maldito domingo cualquiera, las tantas de la madrugada, y yo practico la escritura automática, sin saber muy bien por qué ni para qué, que de eso se trata. Según Freud, eso sacaba de adentro, de la región oculta de la mente, las pulsiones internas reprimidas, y los surrealistas supieron aprovechar muy bien esa idea. Quizá la visita al MUSAC esta tarde me ha removido la conciencia artística.

Yo no sé qué quiero sacar o si quiero sacarme algo de adentro. Lo cierto es que aquí estoy, metida en la cama con el minúsculo portátil sobre las rodillas, esperando que salga algo bueno de mi ejercicio. Con suerte no me quedaré miope hasta dentro de 5 años. Cuando tenga 28 seré una profesorcilla gafapasta de las de coderas en la americana. Pero sexy, eso sí. Recuerdo que un buen amigo me dijo una vez que yo apuntaba a ser una treintañera cañón. Dios le oiga.

Lo cierto es que la escena parece de película, solo me falta el cigarrillo en la boca. Pero por mucho que uno chupe palitos de cáncer, las musas a veces pasan de la nicotina. Y eso, claro, hace que defeques mentalmente en Zeus, o lo que es lo mismo y para ser más clara, que te cagues en su padre.

Tengo la cabeza un tanto embotada, y pienso en lo bien que me sentaría dar una vuelta con el coche, ventanilla abajo. Pero los que intentamos hacer de la escritura una forma de vida tenemos dos problemas: la inspiración, y la pasta. Falta de ambas, lo cual está estrechamente relacionado. Es una ecuación sencilla: si no hay inspiración, no hay novelas, y si no hay novelas, no hay pasta. Si se rompe el coche y no hay pasta, hay coche roto. Luego no hay paseo ventanillas abajo ni ventanillas arriba. La cabeza sigue embotada, y las musas sin venir. ¡Maldito 15% de derechos de autor...no da para un carajo! Menos mal que sí hay anécdotas, como que la librera del pueblo me acuse supuestamente de competencia desleal por no llevarle ejemplares de mi libro (la señora no quiere entender que se vende en una librería virtual, cosa exigida por las bases del concurso que me lo publicó), o que el último viaje en coche fuera a empujón, gracias a un anónimo chofer jubilado que logró ayudarme a arrancarlo en el parking de la facultad. Y es que aun hay gente buena, no como los que se montan en su automóvil sin hacer caso omiso de que en sus narices hay un señor de 60 años y una cría empujando un coche, o los que tratan de sacar tajada como sea de los logros de una principiante.
No sé qué diría Freud de todo esto, seguramente lo relacionaría con un trauma sexual infantil. Yo digo que son las tres y media y su maldita escritura automática no ha dado ningún fruto comestible.

Y tras el embotamiento, llega Morfeo a darme un beso en la frente. Le pregunto por sus primas, y él me arropa y me arrulla mientras me cuenta que posiblemente en Honolulu, disfrutando de unos daiquiris y un buen masaje hawaiano.

Visto el panorama, decido que Hawai queda un pelín lejos y me enrollo con Morfeo, que me falla menos que sus parientes y además, besa muy bien.

Love´s the funeral of hearts...