Ich

Mi foto
Halloween Town, Spain
No soy tan loca como imaginan ni tan cuerda como quisieran. Soy un sueño destilado, una esencia enfrascada en cristal, el viento que abanican tus pestañas... yo soy... nada.

domingo, 22 de septiembre de 2019

Deorsum corda


Ojalá fuera capaz de extirparme este corazón
– maldito regalo tóxico ese de haberlo obtenido puro–,
con mis propias uñas, clavándolas en mi carne absurdamente tierna,
rompiendo las fibras,
apartando los tendones,
abriéndome las costillas con fuerza,
metiendo la mano entre las vísceras calientes hasta alcanzarlo,
hasta notarlo bombeando en mi mano,
frágil como un gatito, como una lagartija indefensa
a merced de depredadores
que lo huelen desde lejos.
Lo apretaría hasta notar cómo se seca,
cómo se hincha y estrangula,
cómo cede sin poner
– una vez más– ninguna resistencia.
Me gustaría triturarlo entre los dedos,
como un huevo crudo,
sentir cómo se desmenuza y mengua,
cómo el afecto se agota a borbotones,
chorreando de forma inevitable
en manantial de amor que se despeña
sobre el sucio suelo,
junto a las colillas,
los escupitajos y  la mierda.  
Quizás allí entre la inmundicia,
tenga el trato que no obtuvo cuando lo lucí de estandarte,
cuando lo mostraba ancho y lustroso como una bandera.
Quizás allí, entre la basura,
rodando cerca de alguna alcantarilla,
ya nadie lo use de cenicero ni de escupidera.
Quizás por fin me dé el asco necesario
para renunciar de una vez por todas a él
y a sus putas ínfulas de complacencia.
Ojalá no lo hubiera zurcido con lástima,
ojalá no hubiera invertido en él
décadas de anestesia,
listas de espera interminables
para el quinto o el décimo bypass
por absoluta indiferencia.
Así que no digáis más
lo mucho que me honra
esto a lo que todos llamáis “pureza”:
Lo que a vuestros ojos es noble,
dulce, amable, enorme, audaz…
a mí solo me atormenta.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Cartel a Ningún Lugar

Víctor sabía que la profesora de Geografia le iba a preguntar a él, lo sabía. Ya les había advertido que cuando no sabían la lección les salía una especie de cartel luminoso en la frente que lo anunciaba en plan motel de carretera. Qué condenada la tía... Con el que le iba a poner ya llevaba tres negativos, o sea, se jugaba casi un punto en el examen… y con suerte llegaría como máximo al cinco… No era ninguna lumbrera, que digamos, así que estaba sentenciado. Tenía que habérsela pirado, ¡si sabía que todos los lunes preguntaba, maldita sea! Pero allí estaba mientras ella pasaba lista, y no tenía escapatoria. Cuando mencionara a la última persona, diría aquello de: "Cerramos libros", y comenzaría la función. Si pudiera desaparecer…si tan solo existiera esa posibilidad…, se dijo apretando fuertemente los ojos. 
Cuando los abrió ya no estaba en el instituto. Ni siquiera estaba en ningún lugar. Todo era brillante y estaba solo. Quién sabe cuánto tiempo estuvo caminando sin rumbo, cegado por la blancura de aquella extraña ubicación. Hasta quiso volver a clase, pasadas unas semanas. ¡Él, que pasaba por completo de estudiar! Pero por más que cerraba los ojos y lo deseaba, no reaparecía en el aula… 

A veces oía ecos de sus compañeros. La de Geografía les pedía que señalaran México o Bélgica en el mapa. Gritaba todo lo que podía pidiendo ayuda, aunque nadie lo oía nunca.  Tiempo después empezó a escuchar a la profesora pasar lista y ponerle falta un día tras otro. Pero eso solo fue al principio. Este curso en la lista ni siquiera hay ningún Víctor.

martes, 6 de noviembre de 2018

MICTLÁN

      Sabía que me habían enterrado según el rito mexicano por el sudario que me cubría y por la estatua doliente que me velaba afuera del ataúd, donde también había un retrato mío. De él salí arañando la tierra con mis pobres manos, manos que habían escarbado terruños otras veces, pero con fines arqueológicos, no de supervivencia. Los jirones del vestido de novia me ataban al suelo como sedosas cuerdas del inframundo, y tuve que rasgarlos a la fuerza para liberarme de aquella prisión. Luego arrastré mis huesos por el suelo, escupiendo lo que en un primer momento creí barro, pero luego se reveló como líquido de embalsamar y gusanos deshechos. ¿Cuánto tiempo llevaba muerta? No conseguía recordar nada. El cementerio estaba lleno de cirios y de un notable olor a incienso y copal. Me deslicé unos cuantos metros por el terreno, incapaz de mover las piernas, hacia la luz. También había flores y cestos con fruta, tortillas, y aguardiente con ajenjo. Era sin duda la noche del Día de Muertos, y si estaba en lo cierto, por las velas encendidas, debían de ser las dos de la mañana, hora de regreso de las ánimas a Mictlán, la región de los difuntos, donde no existen puertas ni ventanas. ¿Iba a tener tiempo de pedir ayuda? ¿Por qué no había podido salir antes de aquel maldito féretro? 

Y entonces lo vi. Saliendo ya por la cancela. Mi prometido, ¡allá iba! Traté de gritar, pero mi garganta cadavérica no produjo sonido alguno. Se detuvo un momento antes de cerrar la puerta. ¿Me habría visto? Alcé los brazos como pude. ¡Sí, venía hacia mí! ¡Oh, Dios, gracias! ¡Querido mío, sácame de aquí! Llegó corriendo a mi lado, mientras yo hacía toda clase de esfuerzos por hablar, y miró alrededor, seguramente sin poder creer lo que veían sus ojos. Luego salió de mi campo de visión y regresó con una pala en la mano que rápidamente me estampó en el cráneo. Noté cómo mis vértebras se partían, dejando mi cuello en un ángulo que no me permitía ver qué hacía, pero sin duda me estaba arrastrando por los pies. Clavé mis dedos en la tierra, casi sin fuerza. No pude impedir que me echara de nuevo en el hoyo del que había salido y lo tapara otra vez.

          Cuando desperté, aterrorizada, estaba en la habitación de hotel donde había pasado mi luna de miel, en México, como siempre había querido, y el vestido de novia seguía colgado donde lo había dejado la noche anterior. Los nervios por el matrimonio y las fechas en que nos encontrábamos me habían jugado una mala pasada. Suspiré aliviada. Mi recién estrenado esposo no estaba en la cama para poder calmar el desasosiego que tal pesadilla me había causado, así que me levanté para darme un baño que desprendiera de mi carne la piel de aquel horrible sueño. Algo cayó al suelo. Era el colgante mixteco de oro y jade que había extraído de aquella excavación cerca de Xayacatlán de Bravo, mi algo viejo, mi algo prestado y mi algo azul. Estaba particularmente orgullosa de haberlo conservado para mí. Costaba una auténtica fortuna, pues había sido fabricado unos setecientos años antes de Cristo. El valor que yo le daba, enamorada como estaba de los yacimientos prehispánicos, era incalculable, y haberlo hallado justo antes de la pedida de mano de mi actual marido era sin duda una señal de que debía poseerlo. Lo había mantenido en una caja fuerte hasta el día de la boda. Y era el momento de seguir luciéndolo con orgullo. Volví a ponérmelo y abrí el grifo del agua caliente para llenar la bañera.


Él también debía de valorarlo mucho, está claro, porque mientras yo me desnudaba para entrar en el agua jabonosa, entró con sigilo y me golpeó fuertemente el cráneo con algún objeto metálico. Noté cómo mis vértebras se partían, dejando mi cuello en un ángulo que no me permitía ver qué hacía, pero sin duda me había quitado el colgante, y me estaba arrastrando por los pies. Esperaba que me enterrase según el rito mexicano para poder regresar, de nuevo, el próximo Día de Muertos.

Love is a gun


Estaba tratando de sacarle letra a una melodía que lleva semanas en mi cabeza y en mi guitarra, y de repente me he dado cuenta de que con palabras no suena tan bien... Me he atascado, y he dejado a Penumbra (mi electro-acústica) sobre la cama. Igual es que lo que quiero decir no cabe en una canción...


A mi alrededor Unas veces te toca sujetar la empuñadura, y otras hay un cañón apuntando a tu cabeza. ¿Quién dispara primero? No sé de qué maquiavélica forma se decide, pero siempre hay alguien que acaba mal parado...


Feel it turning your heart into stone,

feel it piercing your corageous soul.

You're beyond redemption

And no one's gonna catch you when you fall...
"La lengua en la oreja es también el beso que más convence a quien se muestra reacio a ser besado, a veces no son los ojos ni los dedos ni los labios los que vencen la resistencia, sino solo la lengua que indaga y desarma, la que susurra y besa, la que casi obliga. Escuchar es lo mas peligroso, es saber, es estar enterado y estar al tanto, los oídos carecen de párpados que puedan cerrarse instintivamente a lo pronunciado, no pueden guardarse de lo que se presiente que va a escucharse, siempre es demasiado tarde."



Javier Marías, Corazón tan blanco

martes, 14 de abril de 2015

Faldas cortas


A pesar de estar acostumbrada a tener que oír, ver y notar todo tipo de machismos a mi alrededor todos los días, hoy he experimentado una sensación de repulsa y desolación brutales. No he escuchado los ocurrentes piropos de un albañil hacia mi persona, ni he presenciado violencia de género, ni me han rechazado en un trabajo por ser mujer, por ejemplo. Pero me he sentido vejada y triste al comprobar cómo las generaciones anteriores a mí continúan pensando como sus padres o incluso más retrógradamente, lo que sigue alimentando que los ejemplos anteriormente citados sigan ocurriendo, y lo que es peor: que se vean como algo normal.


He tenido que presenciar un monólogo digno de mi bisabuelo, en la línea de Torrente. ¡Viva el macho español! Y lo más gracioso es que, cuando la conversación posterior se tornó candente por las voces femeninas que se alzaron en su contra (nunca suficientes) y tuvimos que cambiar de tema, el monologuista siguió creyendo que tenía razón y se ha ido a su casa sin tener ni idea de lo que sus palabras provocaron en mí: “Las mujeres llevan faldas demasiado cortas para que las miren, si no, por qué iban a llevarlas cuando hace frío”.
Ese tipo de discurso, queridos míos, es exactamente el mismo discurso que justifica las violaciones. Ahora seguramente alguien dirá “Ey, ey, ey, ey, yo no he dicho eso”. Ya. Pero con tu actitud fomentas y alimentas y apoyas a quienes sí lo hacen. Ninguna mujer quiere ser violada, ni a ninguna le interesa tu opinión sobre su ropa. A la pregunta de por qué iban a llevar falda corta en invierno, yo le respondo: ¿Por qué en Arabia Saudí llevan burka cuando hace calor? Y aquí el mismo de antes diría: “Pero eso son cosas distintas. En Arabia no tienen opción a llevar otra cosa”. Gracias por decir eso. Es justamente donde quería llegar. “No tienen opción”. Eso significa que no son libres, ¿no? De acuerdo. Entonces, las mujeres que llevan faldas cortas cuando hace frío, las llevan porque QUIEREN. Es su opción. Actúan CON LIBERTAD. Nadie puede decirle a nadie hasta dónde llega su libertad. Haga frío o haga calor.

Las mujeres han sido “fisicizadas” toda su vida, y es un lastre que seguimos arrastrando hoy en día, tal vez incluso más que antaño, aunque muchos se atrevan a decir (qué atrevida es la ignorancia) que el machismo ya no existe. El cuerpo de la mujer siempre está por encima de todos los demás aspectos que la hacen mujer. Si te molestan las faldas cortas, es porque SOLO ves piernas cuando las miras. El problema está en tus ojos, no en las faldas. Con pantalones largos seguiría siendo la misma mujer, pero te llamaría menos la atención (para bien o para mal).
En la época de mis bisabuelos, enseñar un tobillo era casi deshonroso. Los hombres podían llevar pantalón corto. En la época de mi abuela, nada por encima de la rodilla, eso era muy atrevido e indecente. Y ya no entremos a hablar de los pañuelos para ir a misa. ¡Ay si Franco levantara la cabeza y viera los “chochorts” de hoy en día! Tapadas, tapadas, tapadas. Escondidas nuestras carnes como si fueran pecaminosas. Oprimidas en cárceles de tela por los siglos de los siglos, amén, para no tentar a la virilidad masculina. ¡Pero eso se acabó en los 60, chato! ¡Y estamos en 2015! Las chicas enseñan lo que quieren porque les da la gana, son libres, y ni tú ni nadie debe decirles cómo vestirse mientras no vayan desnudas por la calle. Yo jamás le he dicho a un tío que deje de llevar vaqueros ajustados porque le marcan paquete. Ni me he lanzado contra su cuerpo porque con esa indumentaria lo va pidiendo a gritos. No, señor. Y eso de que “el macho no puede controlar su lívido” ante semejante visión, animaliza por completo a los hombres. No somos animales. Existe una diferencia entre ellos y nosotros: controlamos los instintos porque hacemos uso de la ÉTICA. Esa ética es la que impide que te acuestes con tu hermana. Y es la misma que debe hacer que no culpes a una mujer de ir provocando porque se les ven las piernas.
¿A que no te parece mal que haya modelos en bikini en las portadas, la tele y las paradas de autobús? ¿A que no te parece mal que las gorditas hagan dieta? ¿A que no te parece mal que todas las presentadoras de la tele sean guapas? Ese es el mismo machismo que el que te hace decir “deberían taparse”. Someter a la mujer a adaptarse a unos cánones está bien. Aunque eso las esclavice. Aunque eso signifique definirlas exclusivamente a través de la mirada del hombre. De nuevo cuestión de ética.
Tu hermana y tu madre llevan faldas cortas porque SON LIBRES. Y suponiendo que las quieras, querrás que lo sean. ¿O vas a ponerles límites? ¿Impedirías a tu hermana pequeña llevar falda a una fiesta por si la violan? Eso es lo mismo que no dejar salir a tu hermano porque es un violador en potencia. ¿Pero a quién de los dos dejarías en casa? A tu hermana, ¿verdad? Eso es admitir que si algo ocurriera la culpa sería suya.

Yo no me pongo falda corta para que tú me mires. Me la pongo porque me gusta lo que veo en el espejo, y en todo caso para que me mire mi chico cuando me lleva a bailar. No tengo la culpa de que tú tengas ojos. Tú tienes la culpa de mirarme con lascivia o de valorarme más o menos por mi falda. Soy mucho más que cuerpo, y si estás de acuerdo, te dará igual lo que lleve puesto. Solo cuando eso ocurra se acabará el maldito discurso machista que tristemente tantos jóvenes siguen llevando en la boca.
A todo ellos les digo una cosa: la ignorancia se cura leyendo. Si crees que el feminismo es odiar a los hombres, estás muy equivocado. Yo no odio a los hombres y soy muy pero que muy feminista. Lo que odio es que tengas la cabeza podrida con esas ideas del paleolítico, que creas que tienes razón sin haberte informado en absoluto de lo que es el feminismo, y que des por hecho que sabes cómo piensa una mujer o por qué actúa como actúa. Y lo que es peor: que no sepas que el machismo te afecta a ti también. Pues fomentar ese tipo de pensamiento, hace que se siga justificando la violación, y que muchas mujeres te tengan miedo si te ven en un callejón oscuro (por no hablar de todos los problemas que el patriarcado les causa también a los hombres).
En resumen, que cada cual lleve lo que le dé la gana: una túnica hasta los pies, pitillos ajustados o un pantalón súper corto. Estamos en el maldito siglo XXI. Evolucionad de una vez.


Y para terminar un poquito de información:

Qué es el feminismo:


Y la triste realidad mental de la juventud sobre el tema:




miércoles, 28 de marzo de 2012

Tú no sabes lo que es trabajar



¿Cuántas veces habéis oído eso de boca de vuestros padres? Porque yo perdería la cuenta de las veces que lo he oído de boca del mío.
Supongamos que sois recién licenciados/ingenieros/diplomados de clase media, hijos de padres trabajadores sin estudios, con algún que otro máster hecho, prácticas en empresas, currillos basura... que con 26 seguís en casa de papi y mami. Suponed ahora que además (¡además!) sois féminas víctimas del patriarcado (estudiáis y fregáis a tiempo completo). Desempleadas, mal pagadas, hartas de dejaros los cuernos estudiando y también (¡también!) de hacer eso que llaman "labores del hogar", porque oye, ya que una no "trabaja", habrá que arrimar el hombro (aunque el sector masculino del hogar se toque los pendones porque ya ha concluido su jornada laboral o porque sí, que al parecer limpiar el polvo cansa después de currar, pero no después de estudiar las mismas horas o más). Seguramente hayáis trabajado por primera vez el verano de los 18, en esa especie de arrebato de madurez que sigue siendo exactamente igual con 26. Posiblemente pusierais copas, fregarais váteres, cuidarais niños... (todo ello muy digno, que quede claro) tras la gran paliza de Selectividad y de todo el instituto. A continuación vendría la universidad, que era lo que había que hacer para tener el futuro asegurado, ya sabréis eso de "tú estudia, hijo, que lo que estudias es pa´ti". Años y años de esfuerzo combinados con la bayeta y con las mismas restricciones que cuando tenías 18. Pero había que seguir empollando, porque no había curro, y eso que una carrera te abría todas las puertas. Así que a por el máster. ¿Quién puede pagarse un máster hoy en día? Mejor hincar los codos el doble, que seguro que te dan beca. De hecho has tenido beca por tus buenas notas toda la vida porque sabes que poder estudiar es algo que les debes a tus padres, y valoras tanto su esfuerzo y su sacrificio, que decides machacarte al máximo para rozar la perfección y que no tengan que poner un duro. Pero nadie te aplaude, "es tu obligación". ¿Ah, sí? ¿La obligatoria no era la Secundaria? Podía haberme unido al gremio de los que pasaron de todo en 4º de ESO, pero me dio por licenciarme. Qué manía con echarlo todo en el mismo saco. Total, "la niña está estudiando", es todo igual, ¿qué más da el Bachillerato que el 2º Máster? Estudiar es todo lo mismo, y mientras estudie en casa siempre será "la niña". ¡Por favor, señores! ¡La niña perdió la inocencia a los 17! Pero es igual, las niñas hacen cosas de niñas, estudian (pintan, colorean, hacen resúmenes de libros con portadas hechas con plastidecor) y "ayudan en casa". Y, ay como se les ocurra quejarse de su situación... Entonces la gran frase cierrabocas: "Tú no sabes lo que es trabajar". "Yo llevo 30 años trabajando para que tú te vistas, comas y estudies". Ole. Y eso no es una obligación, ¿no? ¿No se llama... "cuidar de tus hijos"? Fíjate que hasta he oído y todo que si no lo haces vienen unos señores que se llaman "protectores del menor" o "servicios sociales" y te los quitan... Te lo escupen así, como si se arrepintieran de haberte criado, oiga. Haberla dejado en los pantalones, ¡no te jode! ¡Perdón por haber venido al mundo! ¡Pero yo sí sé lo que es trabajar!, habréis pensado. Igual hasta lo habéis dicho. Y aquí me interesa mucho saber qué os han respondido, porque suele ser la secuencia en la que los argumentos se agotan y se dice eso de: "Ya trabajarás y te darás cuenta", a veces en un tono que no invita a seguir conversando. Mi padre ha dicho que la diferencia es que yo no aguanto a ningún jefe que me haga la vida imposible. Es increíble, ¿verdad? 26 años en casa y aun no saben quién eres ni a qué te has estado dedicando todos estos últimos 8 o 10 años de tu vida... ¿No es soportar que te hagan la vida imposible hacer 6 años de carrera gracias a profesores hueso? ¿No es soportar que te hagan la vida imposible los que te hacían bulling en el instituto, ni quedarte todo un verano sin ver el sol por haber sacado tres veces seguidas un 4,9? Pues no. Porque la diferencia está en que nuestros padres lo soportan por dinero, por un dinero para darnos de comer. Si no traes un sueldo, lo que haces no vale nada. ¿Para eso he sacrificado espichas y fines de semana, relaciones, mi cuerpo esbelto y mis hobbies? ¿Para eso dejé la  guitarra, la pintura y todo que me hacía feliz? Yo que pensaba que había aprendido de los sacrificios de mis padres, que son los mimos que hicieron los suyos… Y resulta que no, que mi sacrificio no es como el suyo. Claro que no, y lo sé. Sé que no tuvieron las mismas posibilidades que yo, en parte por dármelas a mí, y no hay un día que no me pese y que no se lo agradezca. Lo mejor que se me ocurre hacer es matarme a estudiar y trabajar en lo que pueda, para el día de mañana hacer lo mismo por mis hijos, y para el día de hoy, dejar de depender de su bolsillo. Pero no importa que mi generación haya aprendido esos valores, porque no sabemos lo que es trabajar, y quien sí lo sabe, tiene la última palabra.

La realidad es que te has sacado una licenciatura/ingeniería/diplomatura (que no es algo que todo el mundo haga, más que nada porque a algunos no les apetece o son más listos) a golpe de escoplo y martillo en tu propio cráneo (¡anda, justo como papá y mamá te sacaron adelante, luchando!), mientras limpiabas el pis reseco que salpica la tapa del váter y doblabas calzoncillos (no todo iba a ser estudiar, también hay que relajarse) de tus familiares (ya que ellos trabajan por y para ti, qué menos), y hacías la comida (por cierto, no tienes ni puta idea y eso que cocinas desde los trece, “hazlo como yo te digo y a la hora que te lo digo”) cada día. Algunos días no podías con todo y estabas cansada, pero no podías soportar ver a tu madre llegar de currar 12 horas y verla planchar. Así que hacías los trabajos para clase de mala manera y planchabas. Clase por la mañana y por la tarde con notas excelentes + labores del hogar= tú no sabes lo que es trabajar. Luego has currado de julio a septiembre, que no vas a estar todo el verano tocándote la breva, muchas veces mientras te sacabas alguna asignatura en septiembre. Currar + Estudiar en verano y aprobar = “Tú no sabes lo que es trabajar”. Más tarde, te sacaste un máster que te sorbía la vida por culpa del Plan Bolonia ("haber acabado antes la carrera y no te habría pillado, joder, si es que no estás a lo que estás. ¿Y mis gallumbos, están limpios y planchados ya?"), con tres meses de prácticas que eran exactamente como ir a currar (y más, porque del becario y del de prácticas se aprovecha todo el mundo) pero sin ver un mísero duro. Pero ojo, "es pa´ti". Estudiar con matrícula de honor + trabajar = "Tú no sabes lo que es trabajar". Y por si era poco, te hiciste otro máster, que ya que empezabas y tus calificaciones te daban para otra beca... 14 horas diarias en el ordenador + trabajos de investigación cuasi tesis= "Tú no sabes lo que es trabajar". Y ahora te levantas del escritorio, terminadas las clases, dejas el mandil a un lado y te miras al espejo: Coño, tengo 26 años y sigo donde estaba. Pero no pasa nada, porque todo lo que he estudiado es pa´mí. Y nunca mejor dicho, para mí y para nadie más, como si no existiera. No solo por la precaria situación laboral que vivimos y que parece que va a peor, sino porque ya que has acabado el cole, ahora puedes dedicarte en cuerpo y alma a fregar los azulejos de la cocina. ¿Te quejas? ¿De qué? “Tú no sabes lo que es trabajar”.

lunes, 28 de noviembre de 2011

miércoles, 26 de octubre de 2011

Londres



¿Qué puede ofrecerte una ciudad para que en 7 días logre robarte la razón? Hablando de London, la respuesta es: TODO.

La capital británica tiene la capacidad de usar un abrelatas para dejar al descubierto tu más genuino yo, conservado en su jugo tras la lata del subconsciente, de las rutinas y los días, para destaparlo, exprimirlo, airearlo y darle la vuelta una y mil veces. Reencontrarse con los adentros de uno mismo es fácil, porque hagas lo que hagas, lleves puesto lo que lleves puesto, escuches lo que escuches y comas lo que comas, a nadie le importa, puedes ser quien quieras ser, ser más tú mismo que nunca. Y más allá, señores, porque ver la vida a través del prisma londinense le abre a uno la mente, el espíritu, el corazón, y el apetito. La oferta gastronómica va desde la típica cocina inglesa, pasando por Chinatown y la India, hasta la comida mejicana, italiana, tailandesa, griega, árabe, taiwanesa... sus calles huelen a curry, a fish and chips, a periódico, tierra mojada, cerveza y té. La mezcla de culturas es constante y armónica, y resulta exótica y bella. Anonadado, te adaptas como una gacela a la jungla y saboreas el rico pasto cosmopolita con ojos y oídos nuevos; siempre sin parar, porque Londres nunca se detiene. La gente come de pie en la calle, caminando de un lado a otro, y haciendo vida al aire libre aunque haga frío. Pero si necesitas un respiro, solo tienes que acercarte a uno de sus numerosos y enormes parques, seguir al Conejo Blanco y perderte en otro mundo, donde no se ven los edificios y las ardillas comen de tu mano. Con suerte encontrarás el brebaje mágico que te indica "Drink me" (seguramente Earl grey de la mejor calidad) y te harás pequeñito entre las tartas multicolor del mercado de Borough, donde un pedazo de excelente brownie te hará crecer hasta medir 5 metros y poder ver al deshollinador amigo de Mary Poppins bailando sobre los tejados. Desde esa altura te resultará fácil llegar al Leadenhall market de una zancada para buscar la tienda de varitas de Olivander entre las numerosas tiendas que inspiraron el Callejón Diagón, y de ahí a las antigüedades de Portobello en Nothing Hill, a los cantantes de ópera y las tiendas de Pipas y dulces de Covent Garden, y a Candem market y su oferta goth, punk y alternativa en general solo hay un saltito. Si no te has reconciliado con tu yo infantil todavía solo tienes que visitar la tienda de M&M´s de cuatro plantas de Leicister Square, o pasar un rato divertido en Hamley´s, la tienda de juguetes más antigua del mundo donde todos los dependientes y visitantes  juegan y corretean por sus siete plantas. Pero si quieres el más antiguo y genuino Londres, el del s. XIX, entonces tal vez deberías volver a tu tamaño original y no dejar de ver el barrio de Whitechapel, donde aun acecha la sombra de Jack el Destripador; o pasarte por Fleet Street y rastrear  la barbería de Sweeney Todd. Y por supuesto, no puedes perderte la casa-museo de Sherlock Holmes ni la de Charles Dickens, aunque peor sería perderse el Shakespeare Globe, réplica del teatro incendiado del gran William en el s. XVI. Y si aun te queda sitio para la magia, tras estirar las piernas por Hyde Park y hacerle una reverencia a la estatua de Peter Pan, dirígete al Kensington Palace, convertido en palacio encantado, y trata de encontrar a las siete princesas cuyos espíritus se esconden en las habitaciones del palacio, entre frascos de lágrimas y fantasmagóricos vestidos flotantes. Y no dejes que la adrenalina baje, súbete al London Eye y contempla la ciudad extendida ante tus pies desde 30 metros de altura. Mi recomendación es que luego te tomes un perrito caliente a orillas del Támesis para recuperar fuerzas, y que  contemples el atardecer sobre las agujas del Big Ben, tal y como Peter y Wendy hicieran. Eso sí, si te has quedado con ganas de saludar a unos cuantos amigos, entonces solo tienes que entrar en la abadía  de Westminster  y dirigirte a la Poet´s corner para ver a algunos de los grandes con la pluma, asistir uno de los mil musicales que se ofrecen en el West End, o ir al Madame Tussaud y estrechar las manos de cera de varias celebridades. O por qué no, acercarte al British Museum y saludar a las momias egipcias más alucinantes. La cena: en el Soho. El culmen: una pinta de cerveza inglesa. El veredicto: absolutamente increible.

Londres... desde luego, volveré.

 


sábado, 10 de septiembre de 2011

Continúa tú el relato:

El cuento que iba a contarle era sencillo: fingiría conocer a una de sus antiguas y pechugonas secretarias, la cual me habría dado excelentes referencias sobre su persona, por lo que yo estaría deseosa de prestarle mis servicios. Luego me llevaría a algún lugar íntimo para charlar, y yo tendría que sacarle sutilmente la información que necesitaba: ¿Por qué desapareció justo el día en que la urdimbre ultra secreta de la unidad de la policía judicial iba por fin a desenamascararlo como proxeneta? ¿Quién le había dado el chivatazo?
El plan salió a pedir de boca. Me llevó a un hotel, y yo le llené la copa de barbitúricos. Cuando se desplomó sobre la cama registré sus llamadas. No pude creer lo que veían mis ojos en la pantallita del móvil: Su última llamada del 9 de enero era de un número que me resultaba muy familiar... Llamé deseando haberme equivocado. Pero no. La voz de mi hermano resonó al otro lado de la línea.

domingo, 1 de mayo de 2011

[...] Dice el feng shui que los trastos que se acumulan impiden la libre circulación de la energía, y me parece muy razonable, tanto en lo físico como en lo moral, en lo social, en lo ideológico y en lo electrónico e informático en general.


Nadar desnudo en una playa desierta, sin más recuerdos que aquellos que la mente ha decidido conservar, sin otras fotos que las imágenes que se repiten una y otra vez cuando cerramos los ojos y sentimos, como si fuera ayer, la fuerza de los sentimientos compartidos. Eso debe de ser el colmo del feng shui, el colmo de la sensatez, el colmo de la felicidad tranquila [...].





Nada como un cúter, por Maruja Torres (Perdonen que no me levante. El País Semanal)

jueves, 23 de diciembre de 2010

- Mear en la nieve es alucinante. Es una de esas experiencias que todo el mundo debería tener, como saltar al mar desde un acantilado, hacer pompas de jabón rellenas de humo de tabaco, o apagar una cerilla dentro de un vaso de agua. Yo lo he hecho, alguna vez, y de la forma complicada, que es como hacemos pis las mujeres (y la mayoría de cosas). Lo he recordado al ver cómo lo hacía mi perro, y he pensado: "Wow, con qué gesto tan cotidiano se hace arte...". Arte en movimiento, que le llaman, o arte fungible. Lo simple puede ser a veces maravilloso, nunca dejaré de defenderlo, aun con el peligro de caer en nomenclaturas como "sosa", "loca", "rara", etecé, etecé.

- Tú es que ves arte en todas partes, maja.

- Maja, me llama. En este caso vestida, que con el rasca que hace como para ir exhibiéndose en cueros por ahí... ¿Te lo imaginas? Entre la nieve. Sería una foto preciosa.

- Eres un caso.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Cuánta decepción...

Si de algo no me cabe duda es de que lo intenté. Si he perdido la batalla, será sin remordimientos, porque hice todo lo que pude, siendo quien soy, sin traicionarme. Eso seguro. Porque no he cambiado ni una sola cosa de lugar. Ni siquiera el desorden de mi cuarto, en el que me siento refugiada. Ni por supuesto mi despiste crónico, ni los cócteles de palabras que mi cerebro prepara sin querer. Sigo teniendo una mota de chocolate junto al labio en forma de lunar que todo el mundo me quiere limpiar en vano. Como si fuera uno de esos antojos que las madres dejan en los cuerpecitos de sus hijos al nacer. Los que han saboreado esa mota aseguran que tiene gusto a chocolate amargo. ¿Ocurrirá lo mismo con los cientos de lunares que se reparten por el resto de mi cuerpo, como constelaciones sobre un cielo blanco?
Continúo sin poder aguantar las ganas de empezar un libro cada vez que uno nuevo cae en mis manos, aunque eso suponga estar leyendo 8 a la vez, o trasnochar. Mantengo la costumbre de ver Amelié cuando me siento triste, o de torturarme con canciones que me gritan lo que yo quisiera gritar a otros. Sigo usando la guitarra como analgésico para el dolor, y detestando los domingos y las rutinas. Continúo estremeciéndome con un buen verso, con las palabras precisas, con susurros acertados. Sigo enamorándome de las mentes, sigo mordiéndome las uñas cuando estoy nerviosa, disfrutando del frío como un regalo, y pidiendo al cielo que me crezcan alas para salir volando.
Continúo sin poder detener la inspiración allá donde surja, ya signifique escribir algo al dorso de un examen, en un billete de autobús, o en la servilleta de un bar. Sigo poniéndome de un humor de perros por las mañanas, e imaginando que al plasta de turno le cae un yunque en la cabeza. Y no me canso de pegar postales en las paredes de mi habitación, ni de ir a conciertos, ni de coleccionar frases. Sigo siendo tan jodídamente despegada de la gente que a veces me acorrala la soledad con una pistola. Y por supuesto, cada vez que te pienso sigue supurándome la herida.

Pero yo lo intenté, bien lo sabe Dios, con las armas de que disponía, con lo que soy, que no ha cambiado. Qué lástima que todos los intentos me importen ahora menos que nada.

domingo, 31 de octubre de 2010

Y 100 AÑOS después, me sigue resultando precioso...

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
a quien tanto quería)


Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las ladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

                                                    



Elegía a Ramón Sijé, 
Miguel Hernández
 de El rayo que no cesa.

jueves, 8 de julio de 2010

Vamos, ven a mi árbol en flor, esta noche apagaremos la luz [...]. Con la punta de tus ramas rayarás la bóveda celeste y sacudirás el tronco invisible que sostiene la luna. De nuevo caerán los sueños como nieve tibia a nuestros pies. Tus raíces en forma de tacón de aguja las plantarás en la tierra, firmemente ancladas. Deja que me suba a tu corazón de bambú, quiero dormir a tu lado [...].

Dejo mi llave en su mano derecha. Estoy nervioso, y eso produce un ruido estridente en mi corazón.

-¿Por qué tienes dos agujeros?
- El de la derecha es para abrir, el de la izquierda para dar cuerda.
- ¿Puedo abrirlo?
- Está bien.

Hunde con delicadeza la llave en mi cerradura derecha. Cierro los ojos, luego los abro, como cuando nos besamos largo rato.
Sus párpados están cerrados, tan magníficamente cerrados. Es un momento de una serenidad apabullante. Toma un engranaje entre sus dedos índice y pulgar, suavemente, sin ralentizar su funcionamiento [...]. ¿Me estará haciendo cosquillas en el corazón? [...] Cuando me aprieta con los labios hasta los dientes me produce un efecto a lo Hada Azul de Pinocho, pero más verdadero. Salvo que no es mi nariz lo que se alarga. Ella lo siente, acelera sus movimientos, aumentando progresivamente la presión sobre mis engranajes. Ciertos sonidos se escapan de mi boca sin que pueda detenerlos. Estoy sorprendido, molesto, pero sobre todo excitado [...]. Y hacemos el amor despacio; somos los amantes más lentos del mundo, apenas nos rozamos con nuestras lenguas.





La mecánica del corazón, Mathias Malzieu

domingo, 4 de julio de 2010

Diario luso II

Por las noches, Lisboa se cubre los hombros con un manto de lentejuelas, pinta sus labios de neon, calza botas de metal, y se perfuma con salitre. Pero no se olvida nunca de quién es, por más que se empolve el rostro de influencias latinas y humedezca la garganta con cachaza, azúcar y lima. Porque Lisboa también es Brasil, aunque sin dejar nunca de tararear sus fados por lo bajo, a la manera en que se lleva la música en el alma, como el recuerdo de la nana de una madre. Y te saca a pasear por las "docas" del puerto, y de su brazo vas llenándote los ojos de colores.

Love´s the funeral of hearts...