Continúo sin poder aguantar las ganas de empezar un libro cada vez que uno nuevo cae en mis manos, aunque eso suponga estar leyendo 8 a la vez, o trasnochar. Mantengo la costumbre de ver Amelié cuando me siento triste, o de torturarme con canciones que me gritan lo que yo quisiera gritar a otros. Sigo usando la guitarra como analgésico para el dolor, y detestando los domingos y las rutinas. Continúo estremeciéndome con un buen verso, con las palabras precisas, con susurros acertados. Sigo enamorándome de las mentes, sigo mordiéndome las uñas cuando estoy nerviosa, disfrutando del frío como un regalo, y pidiendo al cielo que me crezcan alas para salir volando.
Continúo sin poder detener la inspiración allá donde surja, ya signifique escribir algo al dorso de un examen, en un billete de autobús, o en la servilleta de un bar. Sigo poniéndome de un humor de perros por las mañanas, e imaginando que al plasta de turno le cae un yunque en la cabeza. Y no me canso de pegar postales en las paredes de mi habitación, ni de ir a conciertos, ni de coleccionar frases. Sigo siendo tan jodídamente despegada de la gente que a veces me acorrala la soledad con una pistola. Y por supuesto, cada vez que te pienso sigue supurándome la herida.
Pero yo lo intenté, bien lo sabe Dios, con las armas de que disponía, con lo que soy, que no ha cambiado. Qué lástima que todos los intentos me importen ahora menos que nada.
3 comentarios:
Para qué cambiar. A estas alturas ya es tontería empezar de cero... Yo por lo menos ya no hago preguntas...
Agridulce, porque a pesar de todos esos sinsabores parece que sigues amando la vida (entre las líneas de tu poesía)
Creo que lo importante es ser quien uno es. Y seguir en ese camino.
Un blog muy sincero.
Un abrazo
Publicar un comentario