Me fumo un cigarrillo de aire asomada a la ventana. Me gusta ver las volutas de vaho saliendo de mi boca, rasgando el mar de mercurio del cielo. Son como espectros, y no provocan cáncer ni adicción. Pero yo soy adicta, lo reconozco. Apenas comienza a helar, saco la boca por la ventana y me pongo a fumar aire congelado; todo el que puedo antes de los primeros síntomas de hipotermia. Las cuchillas del frío en la cara son mi perdición.
Luego suelo vagabuendear por la casa a oscuras, disfrutando el subidón, en una suerte de éxtasis místico. Y sueño que bebo True Blood, y que puedo caminar descalza por los tejados, desafiando a los gatos. Por cierto que el gato Risón (o gato de Cheshire) me ha acompañado esta noche. Está harto del Sombrerero Loco. Ya no le fía. ¡Maldito camello de polvo de luna! Le he ofrecido un cigarrillo de aire, y le ha gustado. Quizá mañana quedemos también a la hora de las brujas.
Luego suelo vagabuendear por la casa a oscuras, disfrutando el subidón, en una suerte de éxtasis místico. Y sueño que bebo True Blood, y que puedo caminar descalza por los tejados, desafiando a los gatos. Por cierto que el gato Risón (o gato de Cheshire) me ha acompañado esta noche. Está harto del Sombrerero Loco. Ya no le fía. ¡Maldito camello de polvo de luna! Le he ofrecido un cigarrillo de aire, y le ha gustado. Quizá mañana quedemos también a la hora de las brujas.