Ich

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Halloween Town, Spain
No soy tan loca como imaginan ni tan cuerda como quisieran. Soy un sueño destilado, una esencia enfrascada en cristal, el viento que abanican tus pestañas... yo soy... nada.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Cuánta decepción...

Si de algo no me cabe duda es de que lo intenté. Si he perdido la batalla, será sin remordimientos, porque hice todo lo que pude, siendo quien soy, sin traicionarme. Eso seguro. Porque no he cambiado ni una sola cosa de lugar. Ni siquiera el desorden de mi cuarto, en el que me siento refugiada. Ni por supuesto mi despiste crónico, ni los cócteles de palabras que mi cerebro prepara sin querer. Sigo teniendo una mota de chocolate junto al labio en forma de lunar que todo el mundo me quiere limpiar en vano. Como si fuera uno de esos antojos que las madres dejan en los cuerpecitos de sus hijos al nacer. Los que han saboreado esa mota aseguran que tiene gusto a chocolate amargo. ¿Ocurrirá lo mismo con los cientos de lunares que se reparten por el resto de mi cuerpo, como constelaciones sobre un cielo blanco?
Continúo sin poder aguantar las ganas de empezar un libro cada vez que uno nuevo cae en mis manos, aunque eso suponga estar leyendo 8 a la vez, o trasnochar. Mantengo la costumbre de ver Amelié cuando me siento triste, o de torturarme con canciones que me gritan lo que yo quisiera gritar a otros. Sigo usando la guitarra como analgésico para el dolor, y detestando los domingos y las rutinas. Continúo estremeciéndome con un buen verso, con las palabras precisas, con susurros acertados. Sigo enamorándome de las mentes, sigo mordiéndome las uñas cuando estoy nerviosa, disfrutando del frío como un regalo, y pidiendo al cielo que me crezcan alas para salir volando.
Continúo sin poder detener la inspiración allá donde surja, ya signifique escribir algo al dorso de un examen, en un billete de autobús, o en la servilleta de un bar. Sigo poniéndome de un humor de perros por las mañanas, e imaginando que al plasta de turno le cae un yunque en la cabeza. Y no me canso de pegar postales en las paredes de mi habitación, ni de ir a conciertos, ni de coleccionar frases. Sigo siendo tan jodídamente despegada de la gente que a veces me acorrala la soledad con una pistola. Y por supuesto, cada vez que te pienso sigue supurándome la herida.

Pero yo lo intenté, bien lo sabe Dios, con las armas de que disponía, con lo que soy, que no ha cambiado. Qué lástima que todos los intentos me importen ahora menos que nada.

Love´s the funeral of hearts...